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El tren cremallera que te lleva por la frontera entre España y Francia para hacer un viaje de altura y naturaleza

El tren cremallera de Larrún asciende lentamente rumbo a la cima de uno de los picos más emblemáticos del País Vasco francés.

Edu Molina

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En la confluencia de las tierras vascas, donde los Pirineos se encuentran con el océano Atlántico, se alza el monte Larrún, una montaña cargada de simbolismo y tradición. Desde hace un siglo, un singular tren cremallera asciende sus laderas, ofreciendo a los viajeros una experiencia que combina patrimonio, paisajes y cultura. 

Este ferrocarril, inaugurado en 1924, permite alcanzar la cima de 905 metros de altitud en un recorrido de poco más de cuatro kilómetros, a través de un entorno natural de gran belleza. El trayecto comienza en la estación de Saint-Ignace, en el municipio de Sara, y se realiza en aproximadamente 35 minutos a una velocidad de 8 kilómetros/hora. 

Los vagones, construidos con maderas nobles como el pino de los Pirineos, el castaño de Ariège y la iroko africana, han sido cuidadosamente restaurados para mantener su aspecto original. La ausencia de ventanas en los coches permite una conexión directa con el entorno, facilitando la observación de la fauna y flora locales.

Durante el ascenso es frecuente ver especies locales como los caballos pottoka, que se mueven en libertad por las laderas, o las ovejas manech de cabeza rojiza, características del entorno. Los buitres planean sobre las alturas mientras el tren avanza lentamente. Ya en la cima, hay espacios acondicionados para el descanso, con servicio de restauración y actividades estivales.

Historia y legado

La idea de construir un ferrocarril que ascendiera el monte Larrún surgió en 1908, inspirada por la popularidad que la montaña había adquirido entre la aristocracia europea, especialmente tras la visita de la emperatriz Eugenia de Montijo en 1859. 

Las obras comenzaron en 1912, pero se vieron interrumpidas por la Primera Guerra Mundial, reanudándose en 1919 y culminando con la inauguración oficial del tren el 30 de junio de 1924. Desde entonces, el tren ha transportado a miles de visitantes, convirtiéndose en un símbolo del turismo en la zona.

A lo largo de los años, el tren ha mantenido su diseño original, con vagones fabricados con maderas de alta calidad y restaurados artesanalmente cada temporada. Este compromiso con la conservación ha permitido que el tren de Larrún siga siendo una atracción destacada.

Un pico cargado de leyendas y memoria

El monte Larrún, o La Rhune en francés, es una montaña repleta de simbolismo y tradición. En sus laderas se encuentran vestigios prehistóricos como cromlechs y túmulos que atestiguan su importancia ancestral. 

En el siglo XIX, la montaña ganó popularidad gracias a la emperatriz Eugenia de Montijo, quien promovió su ascenso a pie como una actividad de moda. Hoy en día, el tren cremallera ofrece una alternativa cómoda y accesible para quienes desean disfrutar de las vistas sin realizar una caminata prolongada.

La biodiversidad del entorno convierte el trayecto en una experiencia inmersiva. La vegetación varía a medida que se gana altitud, y no es raro cruzarse con manadas de caballos salvajes o rebaños pastando. Las aves que surcan el cielo y el sonido del viento completan un ambiente que, más allá del paisaje, conecta al visitante con la naturaleza.

Billetes y tarifas

El tren de Larrún opera desde abril hasta principios de noviembre, con salidas diarias desde la estación de Saint-Ignace, en Sara. Dada la popularidad del servicio, especialmente en temporada alta, se recomienda adquirir los billetes con antelación a través de su página web oficial. Además, es aconsejable llegar con tiempo suficiente para encontrar estacionamiento, ya que los aparcamientos disponibles pueden llenarse rápidamente.

En cuanto a las tarifas, el billete clásico de ida y vuelta cuesta 25,50 euros para adultos (a partir de 13 años) y 17 euros para menores de entre 4 y 12 años. Existe también una tarifa especial para familias compuesta por dos adultos y dos niños, que asciende a 77 euros en total. Las personas con discapacidad pueden acceder por 17 euros, y los perros —permitidos en el trayecto— abonan una tarifa extra de 6,50 euros.

El recorrido también ofrece la opción de realizar únicamente el descenso, con precios reducidos: 23,50 euros para adultos, 15 euros para niños y 5,50 euros para animales. Aquellos que deseen enriquecer la experiencia pueden optar por el viaje de privilegio, que incluye una visita guiada. Esta modalidad añade un suplemento de 5 euros para adultos y personas con discapacidad, y de 4 euros en el caso de los niños.

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